El passat dimarts 6 d'abril se'ns comunicava
que el nostre company i amic Arcadi Oliveres i Boadella ens deixava.
Estem commogudes per la seva pèrdua i molt agraïdes per tot el que ha dedicat a la causa de la pau, la justícia social, els drets humans i la solidaritat. L’Arcadi ha estat un autèntic mestre de militància i un referent moral indiscutible. Tothom el reconeix com una persona, senzilla, generosa, d’una gran bondat, un mestre que ha transmès el seu missatge amb coherència. Els seus milers de xerrades i intervencions en els mitjans i la seva incansable implicació en campanyes cíviques durant més cinquanta anys, han deixat una empremta molt profunda. Nombroses persones, entre elles moltes de joves, s’han sentit impactades pel seu testimoni i s’han compromès en itineraris vitals en favor d’un altre món, més just i fraternal.
«Mamá, ¿quién era Arcadi?» Per Sonia Herrera, Cristianisme i Justícia
«Mamá, ¿quién era Arcadi?». Algún día, tal vez dentro de unos cuantos años, surgirá esta pregunta en medio de alguna conversación… La crisis ecológica y social quizás se habrán agravado y seguramente nos estaremos preguntando qué nos diría Arcadi Oliveres, que nos alentaría a hacer, qué entramados de poder y desigualdad deconstruiría, qué caminos iluminaría en la oscuridad…
Los adultos allí presentes, ya observando los 40 probablemente por el
retrovisor, nos miraremos cómplices con una sonrisa, porque somos de aquella
generación afortunada que lo tuvo de profesor en la universidad o, simplemente,
en la vida, como referente indispensable de nuestro activismo social y
político. Somos de la generación que lo escuchó en tantas y tantas
charlas a lo largo del territorio hablando sobre este sistema que es como un
kraken colosal que todo lo devora: le escuchamos hablar de decrecimiento, de
banca ética, de patentes y farmacéuticas, de antimilitarismo, de la deuda
externa, del Norte depredador y el expolio de las transnacionales en el Sur, de
objeción fiscal, de democracia y de movimientos sociales…
Nos miraremos satisfechos por el privilegio de haber aprendido de personas
como Arcadi, con su ejemplo de coherencia entre reflexión y acción, que la
esperanza se construye día a día y se pasa de mano en mano como una antorcha
encendida en la llama de la utopía. Sentiremos el peso de la
responsabilidad de ser relevo, discípulos -quizás indignos- de aquellos
maestros y maestras que como él pusieron el cuerpo y el nombre siempre al lado
de quien sufre.
Recordaremos que Arcadi fue uno de aquellos hombres buenos que encarnaron un
trabajo infatigable por la justicia global que brotaba de una profunda fe. Y
así lo explicaba nítidamente el historiador Giaime Pala en Twitter el mismo día
de su muerte: «El principio de esperanza, si está apoyado en una genuina base
cristiana, es más robusto que el optimismo de la voluntad». Así lo puso de
manifiesto Arcadi hasta el último momento: enseñando, escribiendo,
respondiendo, acogiendo…
«Mamá, ¿quién era Arcadi?», me preguntarás insistente. Y no me faltarán las
palabras, sino que todas se amontonarán entre el corazón y los labios,
esperando ser pronunciadas. Te subiré en mi regazo y quizás googlearé para
enseñarte alguna foto de aquel profesor con barba y rostro amable que se
ofrecía para darte toda una clase, café mediante, porque no habías podido
asistir a su sesión por estar enferma. Y te contaré orgullosa que me acompañó
el día de la defensa de mi tesis, como Jaume Botey, que también nos dejó hace
algún tiempo. Y más allá de las anécdotas, te hablaré de servicio, de
gratuidad, de resiliencia, de ternura, de compromiso, de humildad, de cuidado…,
de que para Arcadi no había causas perdidas.
Te explicaremos entre todas las presentes por qué la palabra profética de
Arcadi siempre fue acicate que nos hizo creer que era posible hacer caer este
sistema capitalista, patriarcal y colonial desde la cultura de paz y
transformarlo todo para hacer, para los que veníais detrás, un mundo más justo
y habitable. Y, tal vez, acabaremos citándolo para decirte que «estamos
obligados, pues, a no perder la esperanza, pero también hay que ser realistas y
tener claro que este no perder la esperanza nos obliga a hacer muchos cambios y
muchos trabajos inmediatos. (…) Solo falta voluntad. Voluntad generalizada y
voluntad individual para combatir el egoísmo y caminar hacia una dignidad
global» (Paraules d’Arcadi, Angle Editorial, 2021).
Quizás entonces, hijo,
entenderás que la muerte no se llevó a Arcadi, que lo llevamos dentro y que nos
enseñó que nunca está tan oscuro como justo antes de que salga el sol.
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