Al finalizar el año, la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente (ITD), una vez más, realiza un proceso de revisión comunitario de los objetivos desarrollados, los compromisos llevados a cabo, así como dialogar las propuestas que darán continuidad a la tarea emprendida en la concienciación de dar al trabajo humano su sentido y dignidad sagrada.
ITD surge del impulso de diversas entidades de inspiración católica que, sumando sinergias, pretende que toda la Iglesia haga suya la situación inhumana que afecta al mundo obrero y del trabajo. La realidad actual de indecente precariedad supone situarse en clave de carrera de fondo que requiere paciencia y humildad. Por eso, la revisión es un momento importante, no tanto por valorar la ‘eficacia’ de lo realizado, como por el sano ejercicio de quitarnos del modo automático en que a veces nos sitúa la puesta en marcha de las tareas y compromisos adquiridos y, situarnos en modo manual, para hacer una breve pausa en el camino y juntos: revisar, valorar, rezar…, ver en qué nos ha cambiado la vida lo realizado, en qué ha cambiado las realidades donde andamos inmersos, en qué medida hemos contribuido al cambio de mentalidad en nuestros ambientes y se tome conciencia de esta realidad; en qué medida las víctimas, ese mundo obrero empobrecido, perciben nuestra compañía y cercanía, para juntos, luchar por la dignificación y humanización de las condiciones de trabajo.
Esta iniciativa, que cada vez cuenta con mayor apoyo de grupos y parroquias, no nace por un criterio de eficacia, que también, sino fundamentalmente por un criterio de eclesialidad y de comunión de acción para expresar que es toda la Iglesia la que clama por la indecente precariedad del trabajo que nos impide llevar a cabo un plan de vida, personal, familiar y social, acorde a lo que Dios quiere.
Creemos que ITD tiene muchas posibilidades y recorrido. Hemos de ir más allá de los días claves (el 1º de Mayo y el 7 de octubre), para seguir sumando la diversidad eclesial: parroquias, delegaciones, comunidades religiosas… y proyectar públicamente lo que significa esta iniciativa, promover y generar esta conciencia de situar el trabajo como la clave de toda la cuestión social, convencidos que la diversidad no diluye nuestras especificidades sino que las enriquecen y las potencian.
El compromiso en esta iniciativa, Iglesia por el Trabajo Decente, sea respuesta agradecida de quienes nos sentimos agraciados y lo hagamos con alegría: no podemos ser hombres y mujeres tristes; con humildad: no tenemos la solución, pero en la medida que invirtamos nuestra vida en la búsqueda, será más fácil encontrar las respuestas; con paciencia: la esperanza es incompatible con la impaciencia; y siempre, con el acompañamiento y refuerzo del ministerio pastoral, concretados en lugares de encuentro y diálogo, en cartas pastorales y en incorporar esta prioridad humana y cristiana en los diversos planes diocesanos.
En este tiempo de Adviento y de espera, donde se nos invita a estar despiertos y a vivir conscientemente, atrevernos a mirar la realidad en los ojos de los empobrecidos del mundo obrero nos puede ayudar a despertar, ya que la misericordia es tomarnos en serio el sufrimiento humano y hemos de tomar conciencia que no hay esperanzas sin lucha, y es esa lucha la que nos humaniza. Estamos llamados, como dice el papa Francisco, a meternos en líos. Pues en esta tarea, Dios nos bendiga, la Iglesia nos acompañe y el mundo obrero nos acoja.
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