Convocados por el Departamento de Pastoral Obrera de la CEAS, de la Conferencia Episcopal, presididos por Mons. Antonio Algora Hernando, y con la presencia de Mons. Jesus García Burillo, nos hemos reunido en Ávila, los días 14 y 15 de noviembre, alrededor de 70 personas de más de treinta diócesis, junto con los presidentes y presidentas de los Movimientos Apostólicos Obreros, para celebrar las XXI Jornadas Generales de Pastoral Obrera.
En el transcurso de las mismas nos hemos sentido conmocionados por el atentado terrorista ocurrido en París, por la muerte injusta e injustificable. Nos duelen estas muertes porque nos duele la vida de cada ser humano que se pierde por causa de la injusticia, y nos reafirmamos en la necesidad de construir una cultura de la paz, sobre la base de la justicia entre los pueblos.
El lema de este encuentro, “Misericordia de Dios para el mundo obrero” ha querido expresar lo que desde siempre, y hoy, quiere ser la Iglesia a través de la Pastoral Obrera, encarnada en la realidad de desempleo, precariedad, deshumanización que viven los hombres y mujeres del trabajo, y responder a la convocatoria del Año de la Misericordia realizada por el papa Francisco.
La realidad de empobrecimiento y deshumanización, -especialmente manifestada en el desempleo de los mayores de 45 años, la precariedad del empleo juvenil, el subempleo de la mujer, la situación laboral de los inmigrantes, las situaciones de pobreza de multitud de familias obreras- la hemos iluminado con la reflexión del teólogo Jesús Espeja, y las experiencias de las diócesis de Sevilla, Cantabria, Bilbao, Ciudad Real y Plasencia, que hemos compartido, y que nos llevan a la conciencia de lo que hay que hacer, y de que es posible hacerlo, como testimonio de la Verdad.
En una sociedad en que el trabajo humano es configurado, cada vez más, como un instrumento de mercantilización de la vida humana, como un instrumento de deshumanización y empobrecimiento, que nos priva de la sagrada dignidad a quienes hemos de trabajar para poder desarrollar nuestra existencia en plenitud, nos vemos urgidos hoy a dotar de sentido el trabajo humano, recuperando su esencial servicio al desarrollo de un verdadero proyecto de humanización personal y comunitario.
Trabajar, poder satisfacer las verdaderas necesidades humanas, realizar la propia vocación, contribuir a la construcción de una sociedad fraterna y humana, posibilitar cauces de construcción de la vida social y política, contribuir, en fin, al bien común, es algo que realiza la persona que trabaja. Deshumanizar el trabajo, precarizándolo e impidiéndolo, destruye la vida social, nos convierte en una sociedad incapaz de mirar compasivamente las necesidades de los más pobres.
Como Iglesia de Jesucristo que quiere caminar con su pueblo, sentimos la invitación renovada del Señor Jesús a ser con nuestra vida instrumentos de la Misericordia de Dios para el mundo obrero, y para ello hemos de renovar nuestro compromiso de presencia encarnada en medio de la vida del mundo obrero y del trabajo para:
. Mirar con misericordia la vida del mundo obrero, oyendo compasivamente su clamor de justicia, y acoger con misericordia a todas las personas que son víctimas de esta economía que descarta a las personas, y las sume en una vida de precariedad; que mata.
. Seguir creciendo en nuestra conversión a Jesucristo y a los empobrecidos, personal y comunitariamente, en nuestras maneras de pensar, en nuestras prácticas, en nuestros estilos de vida y consumo, en nuestra austeridad, en nuestras vidas...
. Seguir denunciando toda injusticia, todo aquello que despersonaliza el trabajo humano, que lo priva de su sagrada dignidad como nos recuerda a menudo el papa Francisco, dignidad que radica en ser el trabajo algo inseparable del ser humano, creado a imagen de Dios.
. Seguir generando dinámicas de solidaridad y comunión en nuestra Iglesia, y crear redes sociales y eclesiales para continuar trabajando por la Justicia que se construye desde la Misericordia.
. Continuar haciendo posibles experiencias concretas de comunión que, desde la lógica del don y la gratuidad, muestren que otro trabajo, otra economía, y otra sociedad son posibles.
Dios, padre de la Misericordia y del Consuelo, aliente nuestro servicio, llene de su ternura la vida del mundo obrero, y nos haga ser instrumentos de su amor, y María de Nazaret, madre de los pobres, nos guíe nuestros para caminar humildemente con nuestro Dios. (Mq 6, 8)
Ávila, 15 de noviembre de 2015
Los obreros, parados, jubilados, aprendices, becarios, necesitan saber que sus patronos cristianos, los políticos creyentes o simdicalistas católicos cumplen con su fe y tratan a los obreros mejor. Nada mejor ue el ejemplo. Si el cristiano cumple y es legal será una manera de mostrar al Mundo ue vale la pena este grupo de persones llamadas cristianas.
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